Tierra adentro, mar adentro, vida adentro, la llegada a Rincón del mar es siempre un recorrido hacia adentro. Me parece casi imposible llegar a ese lugar, lograr mi objetivo. Las casi dos horas de viaje, en carro, de Cartagena o sincelejo hacia San Onofre, bastan para divisar en sus paisajes la gloria de la zona y encontrar en las palmas de cera, en los manglares, en los cultivos de fruta y en el ganado, la majestuosidad de la naturaleza y la fuerza que adquirimos cuando nos unimos a ella.
Todavía no he llegado a Rincón del mar, pero ya lo siento.
Voy, para acercarme más a este paisaje, a su pueblo, a su gente, a esas personas que conocí en mi primera visita y que me sorprendieron cuando me contaron que no nacieron allá, que un día habían visitado esa tierra y entonces decidieron quedarse en ella para siempre. Quisieron ser parte de ella siempre. “El uruguayo”, lleva más de 30 años. Suamy, mi prima, lleva casi 15 y Carmen, gestora del proyecto Biblioteca Mariamulata, lleva más de 5.
Me faltan, todavía, luego de llegar a San Onofre, alrededor de 20 minutos en carro o moto, para llegar a Rincón. Durante el recorrido, puedo ver a través de la ventana del carro, la casa que una vez habitó el Jefe paramilitar alias “Cadena”, quién sembró temor en el pueblo, los vestigios de un incendio que en marzo de 2011 convirtió la zona en un campo de ruinas y el mar, que empieza a parecer. Tierra adentro, pasando el puente de palos, medio podridos, medio secos, está La Punta y luego, el mar.
Puedo ver la negritud de la zona. La negritud de la gente y la negritud de su cultura, la negritud de los cerdos que además son flacuchentos. Puedo ver también, sobre todo, el contraste de esa negritud, con la claridad que representan sus niños y otras personas de la zona que trabajan por convertir el espacio en el que viven en un lugar mejor en el mundo, un lugar mejor en su mundo.
Es un recorrido difícil, que vale la pena, si se quiere ver algo nuevo. Si se quiere ser testigo de la playa virgen, los kilometros de arena jamás interrumpidos por construcciones de cemento, los niños que me recuerdan mi infancia en la finca familiar, el saludo ajeno pero cariñoso que me dan las personas con las que me voy cruzando por el camino hacía la cabaña de mi prima o las estrellas del firmamento que puedo ver cuando avanza la noche.
Rincón del mar no es un pueblo para pasear, es un pueblo para estar. En lo más profundo del municipio de San Onofre, en Sucre, su belleza y sencillez se complacen en recibir a personas que una vez pisan sus tierras, se enamoran.
Rincón, insito, no es un lugar para pasear, es un lugar para estar.
Toda la experiencia, la pueden encontrar aquí:
